
Paternidad
El arte de paternar

No hay recetas y no hay maneras únicas de cuidar. Cada día nos presenta un desafío y cada instante irrepetible. La crianza es un acto que nos cuestiona a cada paso, y al mismo tiempo nos regala momentos llenos de felicidad y sensación de completitud (palabra que sí, existe).
Si sos un padre presente, te habrás dado cuenta que cansa, claro que cansa. Porque además de las miles de ocupaciones, preocupaciones, compromisos y momentos que quisiéramos para nosotros, para con nuestra pareja o nuestros amigos, nos atraviesa el deseo y la necesidad del cuidado de nuestros hijos y nuestras hijas. (dale click para seguir leyendo)
Queremos que el tiempo compartido con ellos sea un tiempo de calidad, queremos ser un buen ejemplo, y nos llenamos de preguntas, miedos y ansiedades: ¿lo estaremos haciendo bien o no? Dudas y preguntas que muchas veces no llegamos a compartir con nadie. Es importante que armes una red que te apoye y acompañe y de algún modo te cuide a vos también. ¿Hablás con tus amigos o familiares sobre crianza?
¿Qué podemos hacer los varones durante la lactancia?

Como varones tenemos mucha responsabilidad en este tema. Desde cumplir un rol de apoyo a la madre ofreciéndole durante los primeros días la visita de una puericultora. (seguí leyendo…)
También sería muy importante que nos quedáramos a escuchar las recomendaciones que propone la profesional, ya que muchas veces se trata de mucha información nueva y una madre puérpera no puede escucharlo todo y así más adelante vamos a ser nosotros quienes podamos recordar esas palabras.
Podemos alcanzar un vaso de agua, ya que dar el pecho da mucha sed. Asegurarnos que esté cómoda, que la temperatura del ambiente sea la adecuada para ella y para el bebé. Es fundamental permanecer atentos a cualquier necesidad que surja en el momento. Otra responsabilidad que deberíamos asumir es la de ocuaparnos de la comida de los demás integrantes de la familia (comprar, preparar, cocinar, etc.)
Incluso podemos promover que en los espacios laborales, en los espacios públicos y en distintos puntos de tu ciudad existan lactarios bien armados, higiénicos, cómodos y agradables para que aquella persona que quiera dar el pecho pueda hacerlo y tanto ella como ese bebé que no solo se está alimentando sino que está construyendo un vínculo con su madre puedan hacerlo de la mejor manera posible.
Experiencia real
”Loshombrestambiencuidamos una lugar para saberme acompañado por otros varones que buscan una paternidad presente, amorosa y comprometida como la que yo quiero para mi y mi hijo”

Pareja
Preguntarle a tu pareja no es pedirle permiso

Venimos de una cultura que nos hacía creer que si como varones la preguntamos a nuestra pareja si está bien hacer tal o cual actividad solos es ser un “dominado” o un “pollerudo”. Qué hacerlo era una manera de pedirle permiso. (Seguí leyendo…)
Pero no, comunicarle a la otra persona que existe la posibilidad de hacer algo en cierto momento o lugar con cierta gente, y preguntarle si para ella está bien que participemos no es pedirle permiso es una manera respetuosa de chequear si hay alguna situación que no estamos viendo, pudimos prever o que directamente desconocemos y que por no preguntar podría significar que la otra persona cargue con algo que no quería o deba dejar de hacer algo de manera impuesta.
Sería como chequear esos “puntos ciegos” que, al igual que al conducir, tenemos en los espejos retrovisores. La pregunta evitaría tener que atravesar por situaciones indeseadas solamente por ignorancia.
La pareja y la sexualidad después de los hijos.

Si tenemos que nombrar uno de los temas más complicados que tiene que resolver una pareja, es su sexualidad luego de tener hijos. (seguí leyendo…)
La llegada de los hijos trae un montón de desafíos y con ellos el reencontrarse los progenitores, como parejas nuevamente.
Muchas veces somos los varones que, por muchos motivos: la cultura, el deseo, no haber atravesado los cambios físicos y hormonales que sufrieron las madres, y un largo etc. que depende de cada uno, quienes tenemos más ganas de tener intimidad g3nit4l. En muchas otras parejas son ellas las que tienen ganas y ellos los que no… pero lo que es seguro es que algo cambió.
El reencuentro es un desafío para ambos. Es un tema que como pareja deben afrontar con respeto, cuidado y empatía para con cada uno.
Cuando en consulta aparece el tema se siente y se palpa el desafío de la aproximación a ese punto medio tan deseado por ambos. No hay soluciones definitivas, pero no tengo dudas que el camino está en el poder hablarlo, en ponerlo en palabras y en poder validar qué es lo que le pasa a cada uno.
Si necesitan ayuda, siempre es bueno contar con un espacio de diálogo con un tercero que pueda escucharlos, traducir las necesidades de ambos y buscar juntos ese punto de encuentro.
Experiencia real
”Siempre quise ser padre. Nunca creí que iba a ser tan complejo. Nada me había preparado para asumir todos los cambios que se viven con la paternidad”

Autocuidado
La suerte.

Un cuento corto delicioso que da mucho que pensar, y que nos hace esbozar una sonrisa. Dice así: (Seguí leyendo…)
«Una historia china habla de un anciano labrador, viudo y muy pobre, que vivía en una aldea, también muy necesitada.
Un cálido día de verano, un precioso caballo salvaje, joven y fuerte, descendió de los prados de las montañas a buscar comida y bebida en la aldea. Ese verano, de intenso sol y escaso de lluvias, había quemado los pastos y apenas quedaba gota en los arroyos. De modo que el caballo buscaba desesperado la comida y bebida con las que sobrevivir.
Quiso el destino que el animal fuera a parar al establo del anciano labrador, donde encontró la comida y la bebida deseadas. El hijo del anciano, al oír el ruido de los cascos del caballo en el establo, y al constatar que un magnífico ejemplar había entrado en su propiedad, decidió poner la madera en la puerta de la cuadra para impedir su salida.
La noticia corrió a toda velocidad por la aldea y los vecinos fueron a felicitar al anciano labrador y a su hijo. Era una gran suerte que ese bello y joven rocín salvaje fuera a parar a su establo. Era en verdad un animal que costaría mucho dinero si tuviera que ser comprado. Pero ahí estaba, en el establo, saciando tranquilamente su hambre y sed.
Cuando los vecinos del anciano labrador se acercaron para felicitarle por tal regalo inesperado de la vida, el labrador les replicó: “¿Buena suerte? ¿Mala suerte? ¡Quién sabe!”. Y no entendieron…
Pero sucedió que, al dia siguiente, el caballo ya saciado, al ser ágil y fuerte como pocos, logró saltar la valla de un brinco y regresó a las montañas. Cuando los vecinos del anciano labrador se acercaron para condolerse con él y lamentar su desgracia, éste les replicó: “¿Mala suerte? ¿Buena suerte? ¡Quién sabe!”. Y volvieron a no entender…
Una semana después, el joven y fuerte caballo regresó de las montañas trayendo consigo una caballada inmensa y llevándoles, uno a uno, a ese establo donde sabía que encontraría alimento y agua para todos los suyos. Hembras jóvenes en edad de procrear, potros de todos los colores, más de cuarenta ejemplares seguían al corcel que una semana antes había saciado su sed y apetito en el establo del anciano labrador. ¡Los vecinos no lo podían creer! De repente, el anciano labrador se volvía rico de la manera más inesperada. Su patrimonio crecía por fruto de un azar generoso con él y su familia. Entonces los vecinos felicitaron al labrador por su extraordinaria buena suerte. Pero éste, de nuevo les respondió: “¿Buena suerte? ¿Mala suerte? ¡Quién sabe!”. Y los vecinos, ahora sí, pensaron que el anciano no estaba bien de la cabeza. Era indudable que tener, de repente y por azar, más de cuarenta caballos en el establo de casa sin pagar un céntimo por ellos, solo podía ser buena suerte.
Pero al día siguiente, el hijo del labrador intentó domar precisamente al guía de todos los caballos salvajes, aquél que había llegado la primera vez, huído al día siguiente, y llevado de nuevo a toda su parada hacia el establo. Si le domaba, ninguna yegua ni potro escaparían del establo. Teniendo al jefe de la manada bajo control, no había riesgo de pérdida. Pero ese corcel no se andaba con chiquitas, y cuando el joven lo montó para dominarlo, el animal se encabritó y lo pateó, haciendo que cayera al suelo y recibiera tantas patadas que el resultado fue la rotura de huesos de brazos, manos, pies y piernas del muchacho. Naturalmente, todo el mundo consideró aquello como una verdadera desgracia. No así el labrador, quien se limitó a decir: “¿Mala suerte? ¿Buena suerte? ¡Quién sabe!”. A lo que los vecinos ya no supieron qué responder.
Y es que, unas semanas más tarde, el ejército entró en el poblado y fueron reclutados todos los jóvenes que se encontraban en buenas condiciones. Pero cuando vieron al hijo del labrador en tan mal estado, le dejaron tranquilo, y siguieron su camino. Los vecinos que quedaron en la aldea, padres y abuelos de decenas de jóvenes que partieron ese mismo día a la guerra, fueron a ver al anciano labrador y a su hijo, y a expresarles la enorme buena suerte que había tenido el joven al no tener que partir hacia una guerra que, con mucha probabilidad, acabaría con la vida de muchos de sus amigos. A lo que el longevo sabio respondió: «¿Buena suerte? ¿Mala suerte? ¡Quién sabe!».
Y es cierto que, en muchas ocasiones, lo que nos parece una bendición acaba convirtiéndose en una pesadilla, mientras que en tantas otras, lo que parece un revés, quizás nos abre la puerta a una situación que, con el paso del tiempo, agradeceremos.

La palabra FOMO viene del inglés “fear of missing out”, o sea, nombra a ese miedo de perderse algo, que según el grado puede convertirse en un cuadro psicopatológico.
Pensar que otros puedan estar viviendo experiencias gratificantes de las que uno está ausente puede hacer que nos llenemos de ansiedad, angustia, bronca, envidia incluso puede suceder que se sienta una preocupación compulsiva de que nos estamos perdiendo una oportunidad única e increíble de interacción social, experiencia novedosa, una inversión rentable u otros eventos satisfactorios.
En el caso de la paternidad, y especialmente durante los primeros años de vida del bebe, la presencia continua es sumamente importante y necesaria. Entonces serán muchas las oportunidades en las cuales debemos tomar la decisión de ir a un encuentro, a una cena, a un partido con amigos, socios, compañeros o quedarnos en casa.
Y como en tantas otras situaciones, cada persona va a poder manejar esta disyuntiva, y el cúmulo de emociones que conlleva, de manera diferente. Desde aquella persona que no tiene la menor intención de participar de ningún encuentro entendiendo que su prioridad es el cuidado de su familia, hasta quien no puede perderse nada y no tiene la menor duda en ir a cual evento social le surja. Entre esas dos puntas estamos todos.
Sin juzgar ninguna decisión personal, lo que sí podemos decir es que como todo en la vida, cada cosa que hagamos o dejemos de hacer va a traernos “beneficios y consecuencias”, es importante conocer todas las alternativas y siempre lo mejor es poner en palabras lo que nos pasa o necesitamos. Como así también recordar que el equilibrio, en este caso, también puede ser un gran aliado a la hora de sopesar las opciones.